La American Diabetes Association realizó la versión número 71 de sus Sesiones Científicas en el San Diego Convention Center, California, entre el 24 y el 28 de junio. En el evento que reunió a más de 14.000 profesionales se abordó el tópico relativo a la edad del paciente y la duración de la diabetes mellitus tipo 2.
La diabetes es una enfermedad progresiva por el deterioro constante de la función de las células beta, lo que produce la aparición de complicaciones micro y macrovasculares.
En adultos de edad avanzada con DMT2 la enfermedad ya habrá progresado lo suficiente para que se presenten diferentes comorbilidades, tales como hipertensión, dislipidemia, enfermedad coronaria, etc.
Al inicio de la enfermedad la función pancreática está bastante conservada y, por lo tanto, es más fácil controlar la diabetes. Con el tiempo, esta función se deteriora, al igual que el paciente, con lo cual el control será más difícil.
A medida que transcurra el tiempo el paciente presentará discapacidades, por lo que requerirá asistencia para realizar sus actividades diarias, y así será todavía más difícil el control de la enfermedad.
Por lo tanto, el tratamiento deberá adaptarse a las circunstancias del paciente, especialmente a sus comorbilidades, siendo un objetivo aceptable una HbA1C entre el 7% y el 8%.
Los riesgos y los beneficios del tratamiento intensivo deberán evaluarse según el riesgo del paciente.
El tratamiento intensivo es beneficioso en pacientes de 70 años con 18 años de duración de la diabetes, hipertensos, dislipidémicos, con retinopatía temprana, sin comorbilidades, sin deterioro de su actividad habitual, y considerados como de bajo riesgo.
Contrariamente, el tratamiento intensivo no es beneficioso en pacientes más jóvenes que tengan menor tiempo de duración de la diabetes, con cardiopatía y deterioro en sus actividades diarias, polimedicados, y considerados de alto riesgo.
Entre esos dos extremos están los pacientes añosos (80 años) con diagnóstico reciente de DMT2, sin factores de riesgo cardiovascular, ni comorbilidades ni deterioro de sus actividades diarias, en los cuales el tratamiento intensivo no será beneficioso debido a que son considerados pacientes de bajo riesgo.
El tratamiento es beneficioso en los pacientes de alto riesgo, tales como los de 78 años, con larga duración de la diabetes, múltiples hipoglucemias, úlceras en miembros inferiores, retinopatía y déficit cognitivo mayor.
Por lo tanto, el tipo de tratamiento en pacientes añosos tiene que ser adaptado a las características de cada sujeto: la duración de la enfermedad, la presencia de factores de riesgo, las complicaciones microvasculares, los antecedentes de hipoglucemias, el estado funcional y las comorbilidades.
A la hora de establecer el tratamiento un aspecto importante a tener en cuenta es la valoración de la función renal.
Como en toda elección de un tratamiento deben ser valorados sus posibles efectos adversos. En los pacientes añosos el problema más frecuente es el control de la glucemia post–prandial, por lo que la adición de insulina es una buena opción de tratamiento.
El control con estatinas de la presión arterial y de la dislipidemia ha demostrado ser efectivo en la reducción de eventos cardiovasculares en la población añosa y, por lo tanto, ante la presencia de estos factores de riesgo esta población debe ser tratada para que se puedan alcanzar los objetivos recomendados.
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