Miércoles, Marzo 13, 2024
Congreso UEGW – Los probióticos en los desórdenes funcionales intestinales: Una visión translacional
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Congreso UEGW – Los probióticos en los desórdenes funcionales intestinales: Una visión translacional

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22 Junio

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En la Reunión Nº 21 de la United European Gastroenterology Week, realizada en Berlin, Alemania, se desarrolló la importante ponencia sobre la micriobiota intestinal, entre otras importantes conferencias.

A principios del siglo XX el investigador ruso Ilja Metchnikoff, premio Nobel de Medicina, introdujo la idea de “intoxicación a partir de la flora intestinal” al afirmar que bacterias putrefactivas producen sustancias tóxicas que son absorbidas en el intestino y afectan al sistema nervioso central y al sistema vascular causando envejecimiento.

Metchnikoff propuso la colectomía como una solución radical y, alternativamente, la posibilidad de reemplazar las bacterias putrefactivas por bacterias fermentadoras de carbohidratos.

El término probiótico, introducido por Werner Kolfath, deriva de las palabras griegas pro, que significa “para, en favor de”, y ???, que significa “vida”.

Se definió al probiótico al factor de origen microbiológico que estimule el crecimiento de otros organismos.

En 1989 Roy Fuller enfatizó el requisito de viabilidad para los probióticos e introdujo la idea de que tienen un efecto beneficioso para el huésped. Actualmente se puede decir que los probióticos son organismos vivos que consumidos en cantidades adecuadas confieren un efecto positivo sobre la salud del huésped (1).

En los últimos años se ha incrementado notablemente el uso de probióticos hasta convertirse en uno de los productos más populares entre los destinados a la salud humana.

Esto obedece a varios factores, tales como: i) constituyen un abordaje natural; ii) carecen de efectos colaterales; iii) se consumen asociados con productos vistos como “saludables”, tales como los yogures; iv) son de venta libre.

En el mercado ha crecido en todo el mundo la cantidad de nuevos productos que contienen probióticos.

Los trastornos funcionales gastrointestinales constituyen una serie de entidades caracterizadas por la presencia de síntomas muy variados, los cuales no explican alguna enfermedad detectable.

Entre los trastornos se encuentran los desórdenes funcionales intestinales (DFI) que se asocian con una considerable alteración en la calidad de vida.

Los más comunes son: i) el síndrome de colon irritable; ii) la distensión abdominal funcional; iii) la constipación funcional; iv) la diarrea funcional; v) el dolor abdominal funcional.

La patogénesis de los DFI es multifactorial e incluye: i) la disfunción del eje cerebro-intestinal; ii) la hipersensibilidad visceral; iii) los patrones motores gastrointestinales anormales.

Durante largo tiempo algunos probióticos han sido utilizados empíricamente en este tipo de patologías, particularmente en el síndrome de intestino irritable.

Ahora existe creciente evidencia que proporciona un racional para su uso, y que sugiere que los estadios de inflamación leve, los episodios previos de gastroenteritis infecciosa y las modificaciones en la microbiota intestinal podrían participar en la patofisiología de los desórdenes funcionales intestinales.

A diferencia de los medicamentos, por lo general los probióticos actúan sobre múltiples blancos a partir de sus numerosos componentes, tales como: los péptidos de la pared celular bacteriana; y diversos metabolitos, tales como: acetato, butirato, propionato, bacteriocinas, neurotransmisores, galactosidasas e hidrolasas de sales biliares.

Los probióticos afectan el ecosistema intestinal estimulando los mecanismos inmunitarios de la mucosa (inmunomodulación) y también los mecanismos no–inmunitarios a través de un antagonismo/competencia con los patógenos potenciales. Ésto produce un mejoramiento de la función de barrera y de efectos sobre la motilidad intestinal.

Diversos estudios han descifrado el mecanismo de acción de los probióticos, en particular en pacientes con síndrome de intestino irritable.

Dos estudios han mostrado que la estabilización de la microbiota intestinal mediante la suplementación con probióticos se asoció con la mejoría en la sintomatología de pacientes con síndrome de intestino irritable (2,3).

Otro trabajo (4) mostró los efectos antiinflamatorios de los probióticos —particularmente de preparados que contengan Bifidobacterium— expresados en el aumento de la relación IL-10/IL-12 en plasma.

Un trabajo pequeño conducido por Agrawal (5) mostró que la suplementación con Bifidobacterium lactis mejoró significativamente el tránsito intestinal y la distensión intestinal, en comparación contra placebo.

Un campo muy interesante sobre el cual se ha avanzado mucho en los últimos años es el de las interacciones entre la microbiota intestinal y el sistema nervioso central.

La modulación del eje intestino-cerebro es particularmente relevante en el síndrome de intestino irritable.

Algunas formas de estrés psicológico en estudios animales pueden inducir cambios en la composición bacteriana del intestino que se acompañan con una respuesta sistémica de citokinas e incremento de la permeabilidad intestinal.

El interjuego puede ser bidireccional, tal como sugieren algunos estudios animales que mostraron que la microbiota puede afectar la química cerebral y las conductas.

De todos modos, hasta el momento, no se conoce la relevancia potencial y el funcionamiento de este eje.

Las citokinas, la noradrenalina, la serotonina, el GABA y los ácidos grasos, entre otros, se han postulado como mediadores a las células enteroendocrinas.

Un estudio clínico pequeño intentó evaluar los efectos del consumo de probióticos sobre la modulación de la actividad cerebral (6).

A un grupo de 12 mujeres sanas se administró un preparado de leche fermentada con probióticos (Bifidobacterium animalis, Streptococcus thermophiles, Lactobacillus bulgaricus y Lactococcus lactis) y se las comparó con 11 mujeres de un grupo control.

A partir de una resonancia magnética nuclear funcional se evaluaron diversas esferas emocionales, y se observó que la administración del probiótico afectó la actividad de regiones cerebrales que controlan las emociones y las sensaciones.

El uso de probióticos se ha generalizado en la práctica clínica, y numerosas guías de tratamiento los han incorporado como el estándar de cuidados en diferentes situaciones.

Un estudio clínico que incluyó más de 300 pacientes con síndrome de intestino irritable (7) mostró la eficacia de los probióticos.

En un metaanálisis (8) se evaluaron 2420 estudios realizados sobre enfermedades gastrointestinales, y sólo el 3% de los mismos (80 trabajos) consideraron el uso de probióticos en una amplia variedad de patologías: i) diarrea asociada con antibióticos; ii) enfermedad por Clostridium difficile; iii) infección por Helycobacter pylori; iv) síndrome de intestino irritable.

Si bien se trataba de estudios muy disímiles —con diferentes diseños y distintos objetivos— se observó que globalmente los probióticos fueron significativamente superiores a placebo.

En otro metaanálisis (9) se evaluaron 10 estudios con 918 pacientes que compararon el uso de probióticos contra placebo en sujetos con síntomas de síndrome de intestino irritable.

Se observó que, globalmente, los probióticos fueron significativamente beneficiosos, en comparación contra placebo; aunque el NNT (número de pacientes que se necesitan tratar para obtener beneficios) fue 4, un valor relativamente bajo; y no se evidenciaron diferencias entre los distintos probióticos evaluados.

Recientemente se realizó una revisión sistemática que incluyó 37 estudios que valoraron el rol de los probióticos sobre los diferentes síntomas en pacientes con síndrome de intestino irritable (10).
Se incluyeron 37 trabajos, y según la opinión del panel de expertos que participó en la evaluación se concluyó que hubo acuerdo en que hubo eficacia en la mejoría de los síntomas globales y del dolor abdominal y, en menor medida, de los síntomas de diarrea asociados con este síndrome.

Conclusiones
• Está cada vez mejor definido el racional para el uso de probióticos en enfermedades funcionales intestinales.

• Los probióticos pueden actuar a través de varios mecanismos, tanto gastrointestinales como extra gastrointestinales.

• Los estudios clínicos realizados —particularmente en pacientes con síndrome de intestino irritable— muestran evidencia de eficacia en síntomas globales y dolor abdominales, y son menos claros sus efectos sobre la constipación, la diarrea y la distensión abdominal.

• Los futuros estudios podrán ayudar a definir mejor las indicaciones clínicas en las que el abordaje con probióticos sea más beneficioso.

Referencias
1 Guarner, Int J Food Microbiol 1998; 39:237-8.
2 Kajander, APT 2008; 27:48-57.
3 Lyra, BMC Gastroenterol 2010; 10:110.
4 O’Mahony, Gastroenterology 2005; 128:541-51.
5 Agrawal, Aliment Pharmacol Ther 2009; 29:104-14.
6 Tillish, Gastroenterology 2013; 144:1394-401.
7 Whorwell, Am J Gastroenterol 2006; 101:1581-90.
8 Ritchie, PLoS ONE 2012; 7:e34938.
9 Moayyedi, Gut 2010; 59:325-32.
10 Hungin, Aliment Parasol Ther 2013; 38 (8): 864-886.

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