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EADV 2011 – Psicología de la paciente adulta con acné
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EADV 2011 – Psicología de la paciente adulta con acné

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13 Abril

En octubre se llevó a cabo en Lisboa (Portugal) el 20º Congreso de la European Association of Dermatology and Venereology, cita en la cual se expuso acerca de la perspectiva psicológica de la paciente afectada con acné.

Actualmente, el acné es el problema en aumento que más frecuentemente se presenta ante los dermatólogos. Sólo en Estados Unidos, 5 millones de adultos están afectados. La primera evidencia escrita sobre la influencia en la psicología de los pacientes data de 1948. Es especialmente importante para la mujer, en el contexto de una conciencia social que apuesta fuerte por la estética.

El acné del adulto es habitualmente de severidad leve a moderada. Por el contrario, esta evaluación dermatológica no siempre concuerda con la percepción que tiene el propio paciente sobre su problema.

Los pacientes con patologías dermatológicas en general, y concretamente el acné, pueden desarrollar cuadros de estrés e, incluso, de depresión. El estrés, a su vez, provoca a veces lesiones de acné, por lo que se genera una interacción bidireccional, donde la enfermedad en sí se va retroalimentando.

A nivel neuroendocrino, el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal (HHA) es una parte esencial del sistema que controla el estrés. El HHA tiene su equivalente a nivel de la piel, ya que la epidermis y el sistema nervioso se originan en el ectodermo del embrión. La piel controla el estrés mediante la expresión de diferentes substancias: proopiomelanocortina, hormona liberadora de corticotropina (CRH), receptor 1 de CRH y enzimas para la síntesis de corticoides. Además, la piel puede sintetizar glucocorticoides. Las respuestas conducidas por la CRH reproducen características clave del eje HHA a nivel tisular o celular, activadas por el estrés.

En cuanto a los aspectos psicológicos, los pacientes con acné tienen un lapso de 2 días entre el evento estresante y la exacerbación del acné (1).

En un análisis del impacto psicológico del acné en 34 pacientes (2), se observó que el 44% presentaron ansiedad y el 18% depresión, siendo ambos datos clínicamente significativos. Por otro lado, años atrás ya se había relacionado la ira con un incremento en la intensidad de aparición del acné (3).

En la adolescencia, entre el 30-50% de los pacientes presentan alteraciones psiquiátricas relacionadas con el acné. También en mujeres adultas, algunas de las reapariciones del acné vulgaris están causadas por la ira o la ansiedad. La variación interindividual en cuanto a cómo manejamos el estrés es muy alta.

Las estrategias para lidiar con el estrés incluyen el optimismo; para el organismo siempre es mejor ser optimista. Cuando las personas sonríen, los impulsos van al cerebro y envían el mensaje de que todo está bien y se liberan endorfinas, que ayudan a combatir el estrés. Otra estrategia son las personas o grupos de apoyo; algún familiar, por ejemplo. También puede ser beneficioso el encontrar algo agradable y creativo para hacer.

Se ha observado que las personas con acné tienen un rendimiento académico más bajo y altas tasas de desempleo. En una publicación de 1998, Lasek y col. (4) concluyeron que los adultos con acné presentan trastornos emocionales más severos que los adolescentes.

El acné puede producir en los adultos sentimiento de vergüenza, problemas de imagen y problemas de autoestima. Estos aspectos serían incluso más frecuentes que la depresión y la ansiedad severa.

Un estudio sobre calidad de vida (5), demostró que el acné tenía una influencia negativa tanto en el ámbito emocional y social como en el bienestar psicológico de los pacientes. Esta afectación en la calidad de vida fue comparable a la encontrada en pacientes con condiciones severas de asma, epilepsia, diabetes, dolor de espalda o artritis.

Todos los instrumentos de calidad de vida utilizados (índice dermatológico de calidad de vida, escala de autoestima de Rosenberg, una versión del cuestionario general de salud de Goldberg (GHQ-28) y el test SF-36, presentaron un déficit importante en la evaluación clínica de la severidad del acné desde el punto de vista del paciente, aunque se correlacionaban entre sí.

La percepción que tiene el propio paciente de su problema es muy importante en el acné. Se ha descrito (6) que las mujeres percibieron una menor calidad de vida al comienzo de la terapia, en comparación con los hombres. Esta autopercepción no se correspondía con el grado clínico obtenido mediante el índice dermatológico de calidad de vida.

Otra publicación (7) resume 5 maneras en que el acné interactúa con la psique. En primer lugar, se describe cómo el acné puede desencadenar trastornos mentales tales como la rabia, depresión o frustración. También puede empeorar otros factores emocionales de la vida del paciente. En tercer lugar, las lesiones similares al acné pueden desencadenar la manifestación de trastornos mentales, especialmente en pacientes bajo tratamiento antipsicótico. Además, el acné disminuye el funcionamiento psicológico y la calidad de vida relacionada con la salud. Por último, en quinto lugar, se asocia el uso de algunos medicamentos para el acné con efectos secundarios psiquiátricos; no obstante, la evidencia actual descarta una correlación entre el uso de isotretinoína y los intentos de suicidio.

Resumiendo, el acné es una enfermedad devastadora, con un gran impacto en la calidad de vida del paciente. Esta enfermedad deja cicatrices físicas, pero también psicológicas. Principalmente, el paciente ve afectada la imagen de sí mismo y su bienestar psicológico, siendo especialmente angustiante para las mujeres adultas. También tiene un impacto social negativo; gran parte de los sentimientos negativos (sensación incómoda, inseguridad, falta de confianza) se producen en situaciones sociales. Muy pocas personas ven el acné como una enfermedad con influencia en el ánimo y en la vida social, por eso es vital en clínica preguntar siempre al paciente cómo se siente.

Algunas estrategias para que los pacientes se enfrenten al acné son: el uso de hábitos más higiénicos, llevar una dieta cuidadosa, evitar situaciones demasiado estresantes y disimular las partes del cuerpo afectadas con maquillaje o ropa. Algunos casos clínicos de acné muestran cómo esta afección influye de manera negativa en los pacientes. Una mujer de 26 años señaló: “mi primo celebraba su fiesta de cumpleaños. No fui principalmente por el acné. No me sentía cómoda con la gente”. Otra mujer de 39 años afirmó: “el acné me volvió antisocial, porque tener acné y no verme atractiva hizo que me alejara de situaciones sociales. Lo que a su vez hizo que las odiara”.

Las mujeres adultas se sienten juzgadas, como si pertenecieran a una clase social inferior o, simplemente, como si no fueran capaces de cuidarse. Muchos pacientes temen que se les considere poco saludable, o poco higiénicos (por ejemplo, una estudiante de enfermería fue considerada poco adecuada para ser una profesional de la salud).

En cuanto a la comunicación con los pacientes, es importante que el propio paciente evalúe su enfermedad en la consulta (por ejemplo, mediante la escala visual análogica). También es importante que el paciente sienta empatía e informe al médico sobre sus sentimientos. Además, se debe explicar al paciente el tiempo que requiere el tratamiento de su enfermedad, para asegurar así la adherencia. Muchos estudios han demostrado que, en las enfermedades crónicas de la piel, 1 de cada 3 pacientes no cumple correctamente los tratamientos.

Para el control del estrés en los pacientes con acné, se recomienda asistir a grupos de apoyo, técnicas de biofeedback y psicoterapia individual o grupal. Entre las técnicas de reducción del estrés están el ejercicio físico, la relajación muscular progresiva, meditación, oración, tai-chi y yoga.

En conclusión, debemos recordar que el acné puede ser una enfermedad devastadora. Es importante, además, considerar la percepción que tiene el propio paciente de la severidad de su enfermedad y realizar el tratamiento en base a ello. El acercamiento empático hacia el paciente es, por otro lado, fundamental.

Referencias:

1- Griesemer RD, Psychiatr Ann 1978; 8: 407-12.
2- Kellett SC, Br J Dermatol 1999; 140(2): 273-82.
3- Lorenz T, J Lab Clin Med 1953; 41: 11-28.
4- Lasek RJ, Arch Dermatol 1998; 134(4): 454-8.
5- Mallon E, Br J Dermatol 1999; 140(4): 672-6.
6- Berg M, J Eur Acad Dermatol Venereol 2011; 25(8): 969-72
7- Fried RG, Percept Mot Skills. 1998 Feb;86(1):137-8.

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