En julio de este año la ciudad francesa de París fue el escenario del Congreso 2010 de la Psoriasis International Network. En la ocasión, el Dr. Alan Menter, Director del Programa de Residencia de Dermatología del Baylor University Medical Center, Jefe del Centro de Investigación Clínica en Psoriasis y Profesor de Dermatología Clínica de la Universidad de Texas Southwestern Medical Center, Estados Unidos, disertó acerca de la psoriasis y varios de sus aspectos generales, así como también sobre su repercusión en la calidad de vida de las personas afectadas por esta condición.
La psoriasis en una enfermedad inmunomediada, de curso crónico, muy compleja, muy frecuente, y que presenta numerosas recaídas a lo largo del tiempo. Con cierta frecuencia los pacientes con psoriasis requieren tratamientos de larga duración, por lo que resulta imprescindible que los mismos sean seguros y efectivos, y esto es lo que se debe demostrar en estudios clínicos a largo plazo.
El conocimiento de los resultados a largo plazo es esencial para presentar sugerencias razonables de tratamiento a los pacientes (Griffiths CE. et al. Lancet 2007; 370: 263-271; van de Kerkhof PC. Br J Dermatol 2009; 161: 1213-1214; Papp KA, et al. Curr Med Res Opin 2008; 24: 2001-2008).
Los patrones de evolución de la psoriasis son sumamente variables. Según el Dr. Corbin (Sch Inq Nurs Pract 1998; 12: 33-41) “…el movimiento a lo largo de la trayectoria de una enfermedad crónica es dependiente de las características personales de cada individuo, de su recursos, de su propia visión de la enfermedad y del esquema que utilice para controlarla.”
Los objetivos que se persiguen al instaurar un tratamiento para la psoriasis son los de alcanzar: i) mejoría significativa en los síntomas cutáneos, con modificación del PASI (Índice de Severidad y Área de Psoriasis) de 50%-75%; ii) mejoría en la artritis psoriásica con una respuesta de ACR 70 o 50, y sin progresión radiológica; iii) reducción en los efectos de la enfermedad sobre la calidad de vida; iv) mejoría de la enfermedad ungueal. En todos los casos lo esencial es lograr el control de la enfermedad a largo plazo de manera segura.
Cuando se utiliza un agente biológico para el manejo de la psoriasis lo que se busca es obtener una positiva relación riesgo:beneficio con elevada eficacia y probada seguridad, y con drogas con las que se cuente con suficiente experiencia clínica a largo plazo.
La psoriasis es una patología que se origina en un desorden genético, de mecanismo autoinmune y muy compleja. La enfermedad no se limita exclusivamente a la piel, ya que constituye una entidad sistémica.
Hasta el 30% de los pacientes con psoriasis desarrollará compromiso articular —la artritis psoriásica—, generalmente dentro de los 5 a 10 años después del comienzo de la enfermedad cutánea. Aproximadamente el 80% de los sujetos con artritis psoriásica presentará compromiso de las uñas.
Por otra parte, los pacientes con psoriasis tienen una prevalencia significativamente mayor de comorbilidades, tales como enfermedad cardíaca, síndrome metabólico o diabetes. También se describe la asociación con otras patologías, como, por ejemplo, la enfermedad de Crohn.
La lista de comorbilidades que se asocian con la psoriasis es muy amplia, y pueden variar según los distintos autores, pero las más comunes son: obesidad, síndrome metabólico, artritis, enfermedades autoinmunes, trastornos psiquiátricos, disfunciones cardiovasculares, apnea del sueño, alteraciones de la conducta, cáncer, linfoma, esteatohepatitis y EPOC; por lo que los pacientes con psoriasis casi con seguridad van a tener menor expectativa de vida y mayor tasa de mortalidad.
En consecuencia, es importante que se adopten todas las medidas preventivas posibles, tales como la cesación tabáquica, la prevención cardiovascular, la instauración de dietas adecuadas, etc., a fin de mejorar efectivamente la calidad de vida.
Una publicación reciente del IPC (International Psoriasis Council) recoge las conclusiones de un panel multidisciplinario en el que participaron, entre otros: dermatólogos, cardiólogos, diabetólogos y reumatólogos. Se realizó una revisión del tema y se aportaron sugerencias para la comunidad médica (Menter A, et al. J Eur Acad Dermatol Venereol 2010, abril 9, en prensa).
En resumen, la psoriasis puede ser definida como una enfermedad cutánea sistémica, por lo que con la instauración de un tratamiento que permita la disminución de la inflamación cutánea posiblemente también se puedan reducir los múltiples desórdenes asociados con la psoriasis.
La psoriasis es una enfermedad sistémica con alto impacto sobre la calidad de vida de los pacientes. Es preciso que se plantee cuál es el rol de los aspectos vinculados a la calidad de vida en el momento de la toma de decisiones para la instauración de una terapia sistémica.
Estos pacientes, en su gran mayoría jóvenes, se ven muy afectados, no sólo a nivel cutáneo, sino también en esfera de la autoestima, y con grandes dificultades para establecer relaciones en distintos ámbitos: escolar, laboral o incluso, personal.
Todo esto se puede relacionar con la alta incidencia de depresión observada en los pacientes jóvenes con psoriasis. Por lo tanto, con las intervenciones terapéuticas precoces existe una oportunidad inigualable de detener la progresión de la enfermedad y así mantener un óptimo equilibrio en la calidad de vida de la mayoría de la población psoriásica.